Arquitectura

El Museo Etnográfico de Castilla y León se erige en un solar situado en el centro del casco histórico zamorano, entre las calles Sacramento, Barandales y Corral Pintado. A lo largo de los años ha tenido diferentes usos y edificios, hecho que ha querido reflejarse al conservar en la fachada trasera del Museo Etnográfico la portada principal de la Cárcel Real, datada a finales del siglo XVI. En los últimos años del siglo XVIII se decidió que albergara la antigua Casa de Misericordia, una de las muchas instituciones benéficas creadas en este período. A finales del siglo XX dicho solar fue adquirido por Caja España después de la demolición de unas edificaciones que pertenecían a Zamora Industrial S.A., que comprendían fábrica y almacenes de tejidos, y que también han dejado huella en la fachada trasera del Museo Etnográfico. Muchas personas, sin embargo, recuerdan con añoranza que sus paredes sirvieron hace décadas para albergar un popular salón de baile.

Se ubica en el centro del casco histórico de la ciudad de Zamora, en un edificio de nueva planta de casi 10.000 m2 diseñado por el arquitecto Roberto Valle González, en cuyo entorno destacan otros edificios histórico-culturales emblemáticos. En menos de trescientos metros a la redonda existen construcciones de gran calidad arquitectónica, como el Palacio renacentista de los Condes de Alba y Aliste (hoy Parador Nacional de Turismo), el Hospital de la Encarnación (obra de Juan Gómez de Mora, arquitecto de Felipe III), las iglesias románicas de Santa María la Nueva, San Juan Bautista y San Cipriano (siglos XII y XIII) y el Colegio de la Divina Providencia (obra de fray Coello de Portugal, destacado arquitecto de los años 60 del pasado siglo), por no hablar de los equipamientos culturales que lo circundan: el Museo de Semana Santa, la Biblioteca Pública, el Archivo Histórico Provincial, el Teatro-Auditorio Ramos Carrión (actualmente en remodelación) y el Palacio Provincial (futuro Centro Cultural). Una posición inmejorable para un museo del siglo XXI, clave en la vida cultural de la ciudad, que ha sabido aunar la tradición de sus colecciones y la modernidad del edificio que lo acoge.

Roberto Valle González, autor del proyecto arquitectónico del Museo, destaca diferentes aspectos:

La arquitectura del Museo Etnográfico de Castilla y León se caracteriza por estar resuelta con un volumen que, moldeado por la forma irregular y quebrada del solar y la normativa urbanística, tanto en alineaciones como en alturas y retranqueos, es totalmente cerrado y solo se abre puntualmente en determinadas zonas al exterior, buscando una relación visual con los elementos más singulares del entorno y de la ciudad.

El Museo dispone de siete plantas, tres de las cuales están situadas por debajo del nivel de la calle.

Las características formales de la fachada principal singularizan el edificio dentro del entorno de la plaza Viriato, acorde con el uso que alberga. Esta fachada, resuelta con una doble piel, genera un espacio intermedio al que se abren las plantas primera y segunda. En un muro ciego de piedra arenisca se sitúa la entrada al Museo y una plataforma elevada, determinada por la zona de carga y descarga y exenta del edificio, permite una transición espacialmente rica al interior a través de una secuencia de espacios diferentes y de distintas escalas. La caja de cristal que contiene la escalera interior de la planta segunda a la tercera asoma en la fachada principal, conectando visualmente el interior en este punto del recorrido con la zona exterior de acceso al Museo y la Plaza Viriato.

En la imagen nocturna del edificio destaca esta caja de cristal y los lucernarios proyectados en la cubierta. Los 17 lucernarios de la cubierta, con forma de cubos, sitúan y singularizan el edificio del Museo en el perfil nocturno de la ciudad de Zamora.

A lo largo de la calle Barandales hacia la plaza de la Iglesia de Santa María, un gran zócalo de piedra arenisca de características similares a la de la zona, y de altura hasta la primera planta, recorre el edificio, y un cerramiento de chapa lisa reviste los volúmenes superiores y los retranqueados, superponiéndose al zócalo de piedra.

En la esquina del salón de actos se abre una ventana en ángulo, mirando al ábside de Santa María con la intención de obtener una referencia del entorno y de incorporar esta pieza al Museo. El zócalo continúa por la calle Corral Pintado, integrando en él la portada antigua de piedra, que se ha conservado, por donde se plantea el otro acceso al edificio. La curva metálica de la cubierta desahoga la estrechez de la calle y resuelve la transición con los volúmenes posteriores, retranqueados a mayor altura.

Los materiales utilizados en el exterior, piedra arenisca y chapa de aluminio, permiten que este edificio se integre en la arquitectura muraria de la zona y confieran al volumen mayor ligereza, ajustándolo a la escala del entorno, a la vez que aportan una nota de contemporaneidad y sitúan la intervención en su momento histórico.

A la ligereza del volumen del edificio contribuyen las características de la chapa y su color, introduciendo en las fachadas pequeñas sutilezas de color con los reflejos de los colores de los edificios del entorno y la luz que le rodea, cambiante en cada momento del día y época del año; con estos recursos se consigue que el edificio del Museo se mimetice con el cielo mediante la parte superior de chapa, mientras que con la parte inferior de piedra se integra en el entorno.

Su carácter cerrado está acorde con el uso que alberga, y le confiere una imagen de edificio singular dentro de la arquitectura de la ciudad de Zamora.

Desde el punto de vista museístico se ha considerado importante la iluminación interior artificial por el tipo de objetos a exponer y por posibilitar cualquier recurso expositivo. La luz natural en el interior del Museo es una de las soluciones más interesantes e importantes que singularizan esta obra. En este sentido todas las plantas de las salas de exposición permanente están equipadas con una iluminación natural cenital tenue, con el fin de dotar a los espacios interiores de una luz y atmósfera singulares y espacialmente sugerentes.

En el espacio interior lateral, con la altura de todas las plantas, se sitúan las rampas y un ascensor panorámico, y también dispone de luz natural. El muro medianero de las salas de exposición se ilumina con una luz natural vertical que se obtiene a través de un lucernario longitudinal. Queda así diferenciado el volumen exterior (continente), de las plantas de exposición (contenido), ambos independientes, como un volumen dentro de otro volumen.

La luz natural cenital está también presente en las zonas de oficinas y biblioteca. Dada su gran presencia en el espacio interior y en la imagen exterior del Museo Etnográfico, un detalle singular lo constituyen los lucernarios, tanto de planta cuadrada como circulares, pues permiten el paso de la luz natural al interior del Museo.

Funcionalmente el edificio está dividido en dos, otorgando autonomía a la zona museística frente al resto de actividades (salón de actos, exposiciones temporales, biblioteca, etc.). Ambos sectores presentan recorridos diferenciados y accesos independientes, relacionándose únicamente mediante un gran vacío en el que la rampa comunica ambos vestíbulos.

El espacio de exposición se concibe como un espacio único interrelacionado y comunicado visualmente a través de espacios abiertos que comunican todas las plantas. Esta disposición permite una visión global del Museo y ayuda a entender su organización espacial, facilitando su recorrido.
El recorrido por el Museo está pensado en sentido ascendente. El primer espacio al que se accede después del vestíbulo tiene toda la altura del edificio, y esto permite una lectura de la organización del Museo y de las distintas salas. Una gran rampa conduce al primer sótano, punto de inicio del recorrido por las salas permanentes hasta la cuarta planta.

El resto de las dependencias de servicio del Museo, así como la sala de exposiciones temporales, se organizan en un volumen independiente y de geometría diferenciada, con acceso por la antigua portada de la calle Corral Pintado y en torno a un núcleo de comunicaciones independiente para estas actividades.
La sala de exposiciones temporales se sitúa en el primer sótano, con acceso directo desde el vestíbulo. Desde el vestíbulo se puede acceder directamente a las oficinas del mismo y al salón de actos. Las actividades de exposición temporales, conferencias, proyecciones, biblioteca, etc., se pueden llevar a cabo con independencia de los demás espacios del Museo y en horarios diferentes.

La biblioteca se sitúa en la planta primera y está espacialmente singularizada por su disposición longitudinal y la forma curva del techo. Resuelta enteramente en madera, dispone de una gran estantería, iluminada con un lucernario cenital. La biblioteca se comunica visualmente con la calle Corral Pintado a través de un ventanal corrido.

El salón de actos funciona como un espacio intermedio, una rótula de unión entre las salas permanentes del Museo y las dependencias paralelas (administración, biblioteca, etc.). Los sótanos se comunican a través de dos ascensores y un montacargas con todas las plantas del Museo.

Roberto Valle González, arquitecto

Las plantas de exposición vuelcan a un gran vacío con iluminación cenital que permite la percepción global del edificio. Una rampa conduce al primer sótano, pensado como inicio de un recorrido de exposición ascendente. Al resto de las dependencias (sala de conferencias, exposiciones temporales, biblioteca y oficinas) se accede por la calle Corral Pintado, a través de una antigua portada de 1593 con arco carpanel enmarcado por alfiz […]. Se reviste exteriormente con piedra semejante a la de los edificios del entorno y chapa de aluminio en despiece horizontal, presentando un aspecto cerrado. Las tres fachadas son muy diferentes; la de la calle Barandales es muy opaca, con un gran zócalo de piedra sobre el que se apoya la parte superior en chapa lisa que en parte no se ciñe a la alineación del solar. Se quiebra, retranqueándose o volando, de modo que el edificio plantea una nueva relación con el espacio público y las edificaciones colindantes, a la vez que se soluciona la iluminación de estancias sin huecos directos hacia la calle. La estrechez de la calle del Corral Pintado se desahoga mediante la cubierta curva de la biblioteca.

Joaquín Hernández Martín
Guía de arquitectura de Zamora: desde los orígenes al siglo XXI
Zamora: Colegio Oficial de Arquitectos de León – Delegación de Zamora, 2004, pág. 63.